Los intervalos de tiempo entre encuentro y encuentro se han acortado significativamente los últimos días. Estamos juntos más tiempo, cuando me siento solo, acudo a ella; cuando estoy ansioso, tengo dudas, quiero respuestas... acudo a ella; siempre encuentro en su compañía, salida a mis angustias. Es la intermediaria entre el saco de piel que me contiene y el mundo entero. Es la última a quién miro antes de dormir y la primera que se refleja en mis ojos al despertar. ¿Qué sería de mi vida sin ella?
Ahora mismo me dice qué debo desear, cómo debo vivir y para qué.
Me lleva a todos lados, es guía en este pedregoso camino de la vida y yo a cambio le pago con mi fidelidad, toda mi energía psiquica va para ella.
La pantalla del dispositivo tiene una relación seria con el hombrecillo del dispositivo.
A ella, a la pantalla de mi dispositivo movil, le deposito todo mi amor, es mi maestra, guía espiritual y amada, si no fuera por ella, estaría indefenso frente al panorama devastador del aislamiento social al que me someto voluntariamente en pro de la salud colectiva.
Mediante ella, mantengo relaciónes con los hominidos, quienes llegan a mis ojos a través de mi amada y entran en terreno familiar.
El destino nos venía preparando para esta contingencia sanitaria; años entrenandome para la asepsia social. Con ella puedo aguantar lo que venga. No tengo nada que temer, las locaciones para interactuar con ella se han reducido; sin embargo, es el mejor pretexto para hacernos más cercanos. Llevamos años cocinando esta relación.
Covid-19 está alterando a toda la humanidad, tiene el poder de hacer gran daño, Se encuentra en posibilidades de incendiar mi cuerpo, llenarme de escalofrios, carcomer mis pulmones, destruir montones de personas, desestabilizar ciudades enteras, colapsar robustos sistemas económicos y, por supuesto, alterar las relaciones. Ahora mismo, está haciendo más fuerte esta. Los impulsos eléctricos entre mis neuronas y la pantalla son cada día más intensos.
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