Miles de padres de familia perdieron sus trabajos y les fue imposible continuar pagando colegiaturas; otros, prefirieron poner en pausa las actividades escolares de sus hijos y reanudarlas más adelante. Hay otros tantos que no ven diferencias significativas, durante la pandemia, entre incribir a los crios en escuelas privadas y matricularlos en públicas.
Muchas escuelas privadas en México están en aprietos económicos, unas, ya desaparecieron, otras están rozando los límites de la bancarrota. Un conjunto pequeñín de estas escuelas están asociados a la Asociación Nacional para el Fomento Educativo y la Asociación Nacional de Escuelas particulares(ANEF-ANEP); es decir, pagan una cuota por pertenecer.
Todas las escuelas privadas tienen teóricamente
el objetivo de formar ciudadanos, brindar educación de calidad a sus
estudiantes. Teóricamente su trabajo está enmarcado en la pedagogía; sin
embargo, antes que espacios regidos por la teoría, son negocios, comercios
regidos por la oferta y la demanda, son espacios ávidos de clientela. Sin
clientes, las escuelas privadas desaparecen. Sin lana, la educación privada se
esfuma del mapa.
Muchos negocios educativos se han borrado del
panorama, al igual que otros tantos negocios con infinidad de rubros que van
desde el deporte hasta las agencias de viajes. La ANEF-ANEP está velando por
los intereses de sus socios, necesita encontrar veredas que den respuesta a las
problemáticas económicas por las que están atravesando sus escuelas.
La semana pasada el presidente de la ANEF-ANEP,
Alfredo Villar Jiménez hizo declaraciones muy claras con respecto a las
directrices que ha tomado la SEP y que han afectado el flujo de dinero de los
comercios educativos. Declaraciones que tienen de fondo contornos monetarios. Su
discurso está superpuesto en vigas delgadas y quebradizas que tienen inscritas
en sus caras los derechos humanos. ¡Hay que clamar por la salud socioemocional
y por una apertura de las escuelas de manera segura. Amenazó con abrir las escuelas
a toda costa, mostró los dientes y gruño palabras intimidantes. #Amparo,
#instancias legales.
No es tan complicado el trámite para burlar las
consignas de las autoridades educativas, basta que le pregunten a su buen amigo
Salinas Pliego como meter “un amparo para con estricto apego a la ley
defender su derecho a elegir en libertad cómo reciben su educación y garantizar
que esta sea de la mejor calidad” Armar centros comunitarios de aprendizaje y
abrir sus escuelas descaradamente.
¿Será que están velando por la educación de
calidad en el país? En el fondo de la discusión, no está la calidad, ni en
este negocio, ni en el de la educación a través de la televisión.
En ambos discursos está el señor Salinas Pliego,
por un lado, es dueño de la escuela que chillotió, interpuso su amparo y abrió
sus puertas, sin importarle lo que el gobierno le impusiera; por otro, es
propietario de la cadena televisora que cobró una buena lana para proyectar
clases a distancia y asegurar la educación de calidad de millones de niñas y
niños.
Está buenísimo poner en duda la calidad educativa
de las alternativas que se ha desarrollado durante la pandemia. Pero, generar una
discusión en torno a la calidad educativa con las gafas del negocio resultará
soso e inutil.
Sea cual sea el rubro de los negocios que penden
de un hilo en el país, es necesario generar posibilidades que apoyen y den
oxígeno.
Publicado en periódico IMPAR 1 de febrero
2021.
México.
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