Gestos de horror, latidos que
anuncian el hedor de una historia de repetición, el fracaso esta antepuesto a
la operación, accionares de un imposible que terminan en perturbaciones. Un
soliloquio de determinaciones que llevan al llanto. Las manos tiemblan, el
templo se cae con tremendas decepciones.
Acto lúdico sin sorpresas lleva a los carniceros al cansancio; en nombre
de la verdad, se atraviesan los muros, los cuerpos ya mallugados por el
trastabillar de los que se rinden, van colocando en la tráquea sedimentos de
sufrimiento que hacen mella en sus corazones. Los ojos enmudecidos parecen
perplejos ante el desastre, las bocas se resecan de tristeza, van muriendo.
Ellos se han quedado sin fuerzas,
los sabores ya no tienen como posibilidad la dulzura. Las manos sudorosas
raspan con barbilla, las suaves irritan los pómulos. Las manos ya no tocan más
al otro. Solo los gestos permanecen, el dolor de las gargantas reciben la
amargura del presente.
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