martes, 17 de noviembre de 2020
Escuelas normales en el 2021
Evaluación diagnóstica
Cinismo televisivo
Ideas revolucionarias, brillantes, llenas de fuerza y vigor brotan de un hombre audaz y poderoso. Pensamientos que al ser leídos en voz alta, mueven la tierra, hacen trastabillar pueblos enteros. En lo alto de su palacio, deja salir ideas y las convierte en bombas sonoras.
El Señor, atrapado en su burbuja,
es capaz de mirar desde diferentes ventanas. Hace unos meses firmó un convenio
junto con otros multimillonarios en el país en el cual obtenía muchos millones
de pesos a cambio de televisar programas educativos. Este negocio lo cerró con
el gobierno federal; con un presidente que lo considera su amigo, (lo que sea
que eso signifique) y con su exempleado, un personaje que ha estado metido en
la política desde hace un buen rato y que los últimos años, antes de
convertirse en el mismísimo Secretario de Educación, fue presidente de
Fundación Azteca.
Este personaje tiene montones de
dinero, corrijo, montañas de dinero. Es ambicioso, oportunista y excelente
comerciante. Vendió un proyecto televisivo en el cual, al parecer no creía a
cambio de unas monedas, muchas monedas. Dispuso un espacio nuevo para dar
comienzo al proyecto “Aprende en casa II”. Probablemente nadie lo empujó a
sellar un contrato lleno de un mar de acciones nocivas y perjudiciales para su
alma pura y sacra. Tal vez su pepe grillo se fue de pinta mientras concretaba
un negocio en el cual no creía, al menos no desde el punto de vista ideológico.
Gracias al cielo y a los héroes
valientes que luchan por nuestros derechos, estamos en un país con libertad de
expresión y, si no fuera suficiente, este individuo posee los medios, (literal)
para hacer decir y cuestionar como mejor se le antoje. Ya sea porque su
conciencia se lo reclama, o por falta de ella. Hace uso de su derecho
constitucional de expresar su sentir.
Y el gobierno calla.
La escena apenas presenta al
primer personaje, Excelente comerciante, haciendo tratos para dar marcha a un
programa al cual va a desacreditar apenas reciba la lana.
“Regresemos a las aulas,” grita
desde su trinchera, desde su mansión se asoma por distintas ventanas mira al
este, al oeste y mira verde, vecinos parecidos a él. Asoma la cabeza y se
encuentra con espejos relucientes.
En un grito lleno de emoción, cree
estar llenando a sus espectadores con La respuesta verdadera. Ahora ya todos
escuchamos la solución a los problemas educativos. ¡Dejemos de lado a la
enfermedad y a la muerte! ¡Pugnemos por una educación dentro de las aulas!
Y el gobierno calla.
Por un lado la televisora es
apoyo fundamental en esta época tan difícil para llevar educación a todos los
rincones del país (sin considerar la calidad de dicha educación), por el otro,
en el resto de sus canales, a través de los cuales continúa con contenido hueco
y desechable, se encarga de contradecir las pocas directrices que toma el
gobierno federal en pro de la salud de su gente, acarrea ignorancia a los
mismos rincones.
Publicado en periódico IMPAR 3 de noviembre 2020.
México
La escuela en el borde
La educación aparece y desaparece
en el espacio. La familia, la escuela, lugares comunes en los cuales se
practican pedagogías, adiestramientos, disciplinamientos del cuerpo, han ido
perdiendo fuerza e interés desde hace montones de años. La pandemia que nos
azota, solo remarca las deficiencias y desigualdades que se viven al interior
de ambas instituciones.
Por un lado, las familias tienen
cada vez menos tiempo para pensar en educación, ocio, tiempo libre; y más
tiempo para consumir, para endeudarse, tratar de alcanzar apariencias y estilos
de vida que nos venden, visten de angustia y revisten de anhelo en un fondo de
desesperanza. Los padres ausentes, corriendo tras la chuleta que promete dar un
futuro que nunca alcanza. Los hijos solitarios, con prisa por encontrar un
lugar entre muerte, enfermedad y apatía.
Por otro lado la escuela en el
mero duelo, tras haber perdido los pocos ladrillos que le daban consistencia.
Ahora solo quedan los actores. Algunos tienen la televisión, el internet, los
teléfonos, otros la radio, hay unos que ni los libros de texto alcanzaron.
El tiempo de la escuela, de
educación se pierde, ya no alcanza para aprender, desaparece el espacio para el
ocio. Lo importante se carga más hacia la fuga y menos hacia el juego, el
vínculo. No se trata de pedagogía, lo importante es resolver quién cuidará a
los niños, que no pierdan el año escolar, que no molesten.
Los maestros, actores en la
institución educativa se tambalean como recurso invaluable del sistema. Ya no
se puede valuar su importancia, tal vez porque los últimos movimientos gritan
que ya no son necesarios, tal vez porque se resquebraja el sistema en silencio.
Sus obligaciones son a cada instante más borrosas, dependen en gran medida del
nivel socioeconómico de la escuela en la que laboran, las exigencias de los
directivos y los padres de familia; su desempeño depende sobre todo del interés
e implicación con la educación.
Ya nos dijo el Secretario de Educación
que todo va viento en popa, que el programa Aprende en casa II, es una
maravilla, que esperan los mismos aprendizajes, o más, con sus estrategias tan
planeadas y bien estructuradas para estos tiempos de crisis, tiempo de
oportunidad.
Las políticas educativas no
apuntan a darle un lugar al docente, a la escuela, a la educación. Al menos no
a una educación de calidad.
Los maestros, cuando menos una
buena cantidad de ellos, se encuentran en el limbo, abandonados, libres de
exigencias, con cientos de pretextos justos y válidos para explicar su
quietud.
Con la desesperanza hasta el
cuello, las desigualdades trozando la sociedad en pedazos y la pereza devorando
nuestras cabezas, hay posibilidad de acción. Tal vez dejando de actuar como las
víctimas necesitadas del asistencialismo tan exacerbado que vivimos en esta
administración, tal vez tejiendo posibilidades con el tiempo entre los dedos.
Tal vez apelando por las instituciones que sostienen la educación, apostando
por las familias, las escuelas, Los actores pueden dibujar nuevas líneas, hacer
marcas. Los padres, docentes, directivos y alumnos, la sustancia que da
consistencia a la educación tiene entre sus manos la posibilidad del cambio, de
una educación con sentido.
Publicado en periódico IMPAR 26 de octubre 2020.
México