lunes, 28 de diciembre de 2020

Aprobación a la ley general de educación superior

El pasado jueves, 10 de diciembre, el senado aprobó por unanimidad la ley general de educación superior, una ley llena de promesas. El derecho a la educación superior se mira más de cerca. Palabras como gratuidad, oportunidades y equidad se escuchan más claro y fuerte.

Se aprobó una ley que llena de expectativas las cabezas de los más jóvenes. Circunstancias más justas para las nuevas generaciones nos susurra la cámara de senadores. Con letras chiquitas se lee con dificultad, que esto de la inyección de capital a la educación superior va a suceder cuando haya más lana, ahorita no existirá un presupuesto robusto para dar inicio a esta carrera.

El problema de esta ley no solo está en las letras chiquitas, sin duda, es importante que se trabaje en políticas públicas que marquen un camino, un ritmo que brinde oportunidades más equitativas entre sus ciudadanos; es importante remarcar la autonomía que deben tener las instituciones universitarias, dar claridad y seguridad a los trabajadores del sistema educativo de nivel superior, repensar las líneas educativas en un marco de derechos humanos.

El gobierno ha decidido ponerse como meta aumentar el número de alumnos matriculados en los diferentes niveles educativos, la educación universitaria no escapa de esta. Más allá de empujar sin ton ni son por todos los flancos al país para matricular a más jóvenes en educación superior, es necesario alejar la mirada dos segundos y analizar los motivos que llevan al gobierno a querer inflar el número de mexicanos con un grado de estudios mayor y sobre todo, preguntarse por qué las personas quieren acceder a instituciones de educación superior.

Se ha formado un halo místico mágico alrededor de las universidades. A mayor grado académico, mayores oportunidades de superación laboral. Más educación equivale a mayor ingreso económico.

Hay una serie de promesas inscritas en las paredes de los centros universitarios, Si estudias, tendrás más oportunidades de ganar más dinero, lo que se traduce en la capacidad consumir más. No se trata de aprender, no hay un deseo por saber, en muchos casos no importan los conocimientos que se adquieren, la lupa está puesta sobre las oportunidades económicas que se abren.

Con esta ley se divisa un camino hacia la obligatoriedad en la educación superior, si con la educación media superior no podemos.

Por un lado tenemos desigualdades y falta de oportunidades y por el otro, tenemos un ejército de mexicanos con papeles que certifican sus estudios en el nivel básico, medio, medio superior y superior que no cuentan con las herramientas esperadas, que carecen de los conocimientos y habilidades mínimos necesarios.

Hay que abrir un espacio de reflexión en medio de esta ley, es el pretexto perfecto para preguntarnos por el sentido de la educación. Si la educación solo tiene como objetivo brindar la oportunidad a los mexicanos de ganar más dinero y los niveles educativos solo son guarderías de niños y adolescentes, esta ley carece de sentido; ni reducirá las brechas de desigualdades, ni mejorará la calidad educativa.

Escrito el 12 de diciembre del 2020. 

México.

1 comentario:

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