Se fueron, dejaron cajones repletos de recuerdos y una ausencia triste dibujada en sus huellas, inundaron el espacio de un silencio que transpira dolor. Antes de partir, sacaron de sus entrañas toda la desesperanza que pudieron y la dejaron caer sobre la tierra con sabor a sal. Dejaron atrás un mundo con el afán por aferrarse a la vida y se llevaron un montón de reclamos entre las manos, van desbordándose
de entre sus dedos, gritos de angustia sin destino.
Van caminando, trazando un camino.
Durante semanas o meses tendrán la boca seca, la lengua escaldada y un olor metálico se va a desprender de sus dientes, las piernas se cansarán, el estómago a medio llenar les va a burbujear y sus cuerpos, sus cuerpos se van a diluir en el tiempo. Su ausencia va a llenar los corazones de los que se quedan, sus hermanos van a preguntar por ellos, querrán saber dónde están; y su presencia va a colmar de disgusto los ojos de quienes los vean pasar. Los apestados, caminantes errantes van buscando oportunidades, creen fervientemente que del otro lado de las líneas imaginarias hay mejores oportunidades para ellos, quieren vivir mejor, buscan una buena vida.
La caravana de los migrantes hondureños que salió de su país el 13 de octubre buscando condiciones de vida digna está trazando un camino, escribiendo marcas que duelen y anuncian el sufrimiento que se comparte en tantos países latinoamericanos.
Miles de
caravanas, una atrás de otra buscando una mejor vida, caravanas de hondureños,
salvadoreños, mexicanos, guatemaltecos, caravanas de pobres que no encuentran
posibilidades en sus tierras. Atraviesan México buscando oportunidades distintas
a las que existen en sus tierras, huyen de la violencia desmedida que viven.
Van caminando, trazando un camino.
México espacio
de tránsito, juega un papel perverso, se da cuenta de tanta sangre, dolor y
hambre, de la pobreza que oprime las vísceras y al mismo tiempo juega al ciego inconsciente
atrapado en discursos racistas.
En los últimos años he escuchado a algunos políticos expresando enojo porque el presidente de los Estados Unidos de América amenaza con que el pueblo mexicano debe pagar por un muro que impida el paso de todos los morenos y pobres a territorio norteamericano, quiere detener a los malolientes. Ahora leo que es el gobierno mexicano, quien por instrucciones precisas del jefe Donald, va a mandar a sus soldaditos a detener a la mugre antes de que intente atravesar estas tierras. Hay que hacerle caso, no vaya a ser que nos castigue.
Filas de morenos uniformados esperan pacientemente las instrucciones del patrón, ¡hay que impedirles el paso!, no quieren que se filtren y encuentren una mejor vida, están esperando a los morenos sin uniforme, a los valientes, esos que decidieron seguir caminando después de las amenazas. Se les dijo que no lo intenten, que hay muchos riesgos por estos rumbos, que matan, violan, desaparecen, trafican con cuerpos; información que es cierta en México, la gente aquí desaparece, las mujeres, los migrantes, los pobres, los marginados.
Se fueron y todavía no llegan, unos no van a llegar, se van a perder, habrá quienes lleguen a un destino distinto al planeado, quienes encuentren en su camino gente que les tienda la mano o que los maltrate, unos cuantos encontrarán lo que buscan.
Ahí van muchos sin tierra, caminando por el mundo tratando de ganarse un trozo de dignidad, buscan un lugar donde crear nuevos recuerdos, hacer presencia en algún lugar y encontrar sabores distintos.
Van caminando, trazando un camino.
Durante semanas o meses tendrán la boca seca, la lengua escaldada y un olor metálico se va a desprender de sus dientes, las piernas se cansarán, el estómago a medio llenar les va a burbujear y sus cuerpos, sus cuerpos se van a diluir en el tiempo. Su ausencia va a llenar los corazones de los que se quedan, sus hermanos van a preguntar por ellos, querrán saber dónde están; y su presencia va a colmar de disgusto los ojos de quienes los vean pasar. Los apestados, caminantes errantes van buscando oportunidades, creen fervientemente que del otro lado de las líneas imaginarias hay mejores oportunidades para ellos, quieren vivir mejor, buscan una buena vida.
-¿Acaso no todos queremos una buena vida?
-¡Que lo busquen en otro lado!, que encuentren un espacio en el que no molesten, que no atraviesen nuestros verdes pastos. Esos malnacidos deben entender que no pueden pasar por nuestras tierras. Necesitan papeles, deberán contar con la documentación necesaria en regla. Nuestra querida burocracia se ha encargado de construir trámites engorrosos y rigurosos para limitar la entrada a los marginados, les pide visa para controlar arbitrariamente su entrada. Los derechos vienen con los papeles, son privilegios, lujos de unos cuantos.
No hay porque asustarse, la xenofobia se enseña, nos han inculcado que los humanos sin papeles no tienen valor, entre más arrinconados y solos estén, más fácilmente pueden desaparecer, mientras su semblante esté más lejos de la silueta europea, más cerca se encuentran del abuso, se les puede detener, engañar y mal mirar justificadamente; total, a nadie le importan.
Nos enseñaron con el himno nacional que está bien prohibir el paso a los extraños. “Mas si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo.”
Los migrantes no llegan a la categoría de enemigos, un enemigo es un rival, un igual contra el cual hay que ir, al migrante no le alcanza para competir en esa categoría. Un migrante es un extraño que estorba, incomoda y desagrada; pero el significante se desplaza con facilidad, no queremos que el migrante moreno y pobre venga a profanar nuestras tierras con sus pies
Nos enseñaron con el himno nacional que está bien prohibir el paso a los extraños. “Mas si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo.”
Los migrantes no llegan a la categoría de enemigos, un enemigo es un rival, un igual contra el cual hay que ir, al migrante no le alcanza para competir en esa categoría. Un migrante es un extraño que estorba, incomoda y desagrada; pero el significante se desplaza con facilidad, no queremos que el migrante moreno y pobre venga a profanar nuestras tierras con sus pies
La caravana de los migrantes hondureños que salió de su país el 13 de octubre buscando condiciones de vida digna está trazando un camino, escribiendo marcas que duelen y anuncian el sufrimiento que se comparte en tantos países latinoamericanos.
Van caminando, trazando un camino.
En los últimos años he escuchado a algunos políticos expresando enojo porque el presidente de los Estados Unidos de América amenaza con que el pueblo mexicano debe pagar por un muro que impida el paso de todos los morenos y pobres a territorio norteamericano, quiere detener a los malolientes. Ahora leo que es el gobierno mexicano, quien por instrucciones precisas del jefe Donald, va a mandar a sus soldaditos a detener a la mugre antes de que intente atravesar estas tierras. Hay que hacerle caso, no vaya a ser que nos castigue.
Filas de morenos uniformados esperan pacientemente las instrucciones del patrón, ¡hay que impedirles el paso!, no quieren que se filtren y encuentren una mejor vida, están esperando a los morenos sin uniforme, a los valientes, esos que decidieron seguir caminando después de las amenazas. Se les dijo que no lo intenten, que hay muchos riesgos por estos rumbos, que matan, violan, desaparecen, trafican con cuerpos; información que es cierta en México, la gente aquí desaparece, las mujeres, los migrantes, los pobres, los marginados.
Se fueron y todavía no llegan, unos no van a llegar, se van a perder, habrá quienes lleguen a un destino distinto al planeado, quienes encuentren en su camino gente que les tienda la mano o que los maltrate, unos cuantos encontrarán lo que buscan.
Ahí van muchos sin tierra, caminando por el mundo tratando de ganarse un trozo de dignidad, buscan un lugar donde crear nuevos recuerdos, hacer presencia en algún lugar y encontrar sabores distintos.
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