El domingo 7 de octubre se preparaba, en el Centro Internacional de Convenciones en Acapulco, una reunión que suponía una de 32 reuniones en las que diferentes actores trabajarían para generar acuerdos en conjunto para mejorar la educación en el país.
El salón se encontraba listo para recibir a las celebridades educativas y gubernamentales, las sillas ordenadas, las mesas con sus manteles blancos, la escenografía había sido montada y la afición estaba por llegar. Los reflectores, los reflectores no sabían donde dirigir su brillante luz. Se había dicho que aquel, sería un espacio para llegar a acuerdos educativos. Lo cierto es que muy rápidamente el foro de consulta estatal en Guerrero se encontró con actores que olvidaron sus papeles; se abrió el espacio para un espectáculo; maromas, ovaciones, enmascarados aventando sillas y cánticos de lucha se hicieron presentes en aquella trinchera que ponía de manifiesto que lo que menos importaba era la educación. No se discutieron caminos posibles por los cuales transitar, tampoco se habló de objetivos ni de obstáculos. Se llegó a echar relajo, a generar caos y tensión.
Reconstruir la escena, despierta el recuerdo, de un tiempo borroso. Un salón de clases lleno de ruido, las bancas mal formadas mirando al pizarrón, mientras espero que llegue la maestra un montón de alumnos se organizan para librar el problema de no haber hecho la tarea, yo ni me acordaba que había tarea. Teníamos que leer unas páginas repletas de letras que cuentan un suceso de la historia del país. Entre los alumnos hay un grupito que sí leyó, se encuentran callados, probablemente quieren tomar la clase, pero no dicen nada. Yo, más bien desorbitado, dejo que la masa de alumnos decida, al fin y al cabo, tampoco presto atención a las clases. El montón de páginas que tenía que leer no me interesa un carajo, me interesa resolver los problemas que se vienen encima ahora que mis papás se separan. ¿Qué pasará con mi independencia?, ¿a quién le pediré permiso para salir a jugar?, ¿dónde voy a comer? Lo que se discuta o revise en clase carece de importancia. El salón entero se organiza para que en cuanto llegue la maestra se realicen las acciones necesarias para no tocar el tema acordado.
Hago un esfuerzo por recordar cuál era el tema que se tocaría aquel día. Es inútil, se abre un hueco en mi cabeza y encuentro, un aire denso y frío en medio de la oscuridad. La escena la paso y repaso, le doy la vuelta y me quedo con la imagen de unos pubertos armando un teatro para no hablar de lo que tenían que hablar. No sé si logramos engañar a la maestra, pero aquel día no vimos el tema que se tenía planeado revisar. De cualquier modo, a mi lo que me interesaba era salvaguardar mis privilegios, proyectar planes para sacarle ventaja a ese cambio que estaba por llegar ahora que mamá no iba a dormir más en casa.
Era un irresponsable, asistía a clases porque no me quedaba de otra, mi papá me llevaba hasta la entrada del colegio; pero las tareas que había que cumplir con maestros y padres las hacía a medias y lo que aprendía era por casualidad más que por voluntad.
Lo sucedido en el foro de Acapulco choca con los instantes vividos en aquel salón de clases hace algunos años, se desprenden chispas de calor. Ambos momentos quedan unidos por unos cordones viejos y deshilachados que se amarran por en medio. El movimiento de cada uno de ellos provoca jaloneos que distorsionan el espacio, vacían de detalles las estructuras, los actores se invierten y mezclan, los salones se vacían, el silencio me alcanza y quedo con un sabor amargo entre los dientes y una escena triste. Un grupo de personas armando todo un teatro porque no quieren saber nada de educación, están preocupados por sus privilegios, por crear oportunidades ahora que mamá no va a vivir con ellos.
Sería lindo que se sentaran a hablar de los caminos que está tomando la educación, comenzarán a tejer diálogos con la voz de estudiantes, docentes, directivos y padres, remplantearan qué se quiere enseñar y para qué, revisaran el nuevo curriculum, los resultados que arrojan las evaluaciones, propusieran nuevos caminos y revaloraran los senderos actuales. Sería lindo que comenzarán a interesarse en la educación.
Los reflectores siguen sin saber a donde apuntar su brillante luz.
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