Desde el 23 de marzo los salones se vaciaron. Las autoridades educativas en un intento por impartir y garantizar la educación en el país, instauraron acciones que en alguna medida, aseguraron la educación en algunos sectores del territorio.
La pandemia no acabó con el fin
del ciclo escolar, los muertos siguen aumentando, la angustia sigue creciendo y
las desigualdades continúan machacando. Se avecina el regreso a clases y está
claro que los salones seguirán vacíos. Las clases darán comienzo a distancia,
las estrategias que se ponen sobre la mesa no son muy distintas a las que se
utilizaron para terminar el periodo anterior.
Ya desde el 8 de abril, en las 10
sugerencias para la educación durante la emergencia por COVID 19 que publicó
Mejoredu, se pusieron en perspectiva las apuestas que se estaban haciendo en la
llamada educación a distancia. Según el INEGI 2019, solo el 43% de los hogares
en México cuentan con computadora. En el mejor de los casos, el 57% de los
hogares en México tendrá acceso a una educación en línea. Casi la mitad de la
población en nuestro país tendrá que arreglárselas con los programas
televisivos y radiofónicos. Mejoredu hacía un llamado a dar atención a aquellas
poblaciones que no cuentan con tecnologías de la información y la comunicación,
o a servicios de telecomunicación o radiodifusión. Invitaba a garantizar el
acceso a materiales educativos físicos en el hogar.
De todos los panoramas que se
ofrecen a la distancia, solo la educación en línea cuenta con la posibilidad de
una comunicación bidireccional, un intercambio de información. Parece que esta
característica es más una suerte que una búsqueda.
La distancia de los cuerpos
supone un regreso al origen de infancia, in-fans, los incapaces de hablar. Tal
vez, la propuesta sea vomitarles información para comprobar la existencia de
una educación, una educación en silencio. Estas nuevas formas de hacer clases,
nos acercan más a un ámbito informativo, disponen escaparates a los que uno
puede o no acceder dependiendo de la casta.
Hay un discurso que flota en el
ambiente con el slogan: la revalorización del docente. ¿Dónde queda el docente
en estas nuevas prácticas de hacer educación a distancia? ¿Se estará convirtiendo
en evaluador compasivo y colector de tareas?
El docente, tan importante figura
encargada de hacer encuentros, posibilitar el diálogo y la construcción
colectiva, se desvanece en las estrategias de nuestra Secretaría de Educación.
¿A qué intereses responde que no
se detengan los ciclos escolares? ¿Por qué no se asume que el país no tiene la
infraestructura para dar inicio a un ciclo escolar en todas las condiciones a
todos sus habitantes? ¿Se puede pensar en otras formas de hacer educación?
Preguntas abiertas a ser
contestadas, para construir diálogos que posibiliten encuentros.
Publicado en periódico IMPAR 3 de agosto 2020.
México.
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