lunes, 24 de agosto de 2020

La prisa

Nos corre prisa por tener, responder, solucionar y acabar. Somos el conejo blanco de Alicia, siempre retrasados, haciendo como que hacemos, corriendo detrás del tiempo. Nos hemos olvidado de hacer pausas, de pensar, repensar y rumiar. Hay una urgencia por hacer de cuenta que la pandemia no rompió rutinas, por instaurar una nueva normalidad.

Las escuelas están cerradas y las autoridades educativas prefieren taponear con parches mal cocidos una situación que nos golpea, que detenerse a asumir el agujero en el que estamos cayendo.

¿Y si el 24 de agosto no comenzaran las clases? ¿Si le diéramos voz a los maestros para encontrar soluciones en la diversidad del país? ¿Sería tan grave tomarnos un tiempo para pensar en el problema por más de un segundo?

En estos días vi el documental “De panzazo” de Loret de Mola y Rulfo, gran parte del material está dedicado a relacionar el defectuoso trabajo de los docentes en el país con el escaso aprendizaje de los alumnos. Y ahora montones de alumnos se quedarán sin maestros, no importa si eran buenos o malos, desaparecerán del mapa. Oficialmente iniciarán las clases, vamos a correr detrás de una pelota de aire en el espacio etéreo del televisor, sin una mirada que de consistencia a los aprendizajes de los alumnos. El secretario de educación anuncia una nueva era educativa, cargada de presentadores de televisión e impregnada de ausencia magisterial.

En esta nueva forma de hacer educación nos faltarán maestros, escuelas y alumnos. Nos van a sobrar un montón de televidentes con la demanda de pasar de año. Hay madres, padres y gobernantes con una prisa enorme por gritar al cielo que los niños de México concluirán un ciclo escolar más. Se vislumbra una farsa que invita a hacer de cuenta que se va a enseñar.

Existe la idea de que a mayor grado académico, mayores posibilidades de encontrar trabajo, de mejorar la calidad económica. No importa ya qué aprendan los niños, todos tienen que terminar la secundaria, todos tienen que concluir el bachillerato, TODOS tienen que acabar una licenciatura.

Olfateo en el ambiente una ambición por tener un país con gente que tenga enmarcado un título universitario en la sala de su casa. Miro desdibujado entre las nubes a un gobierno que se muere de ganas por incrementar el número de mexicanos que concluyen grados escolares, quieren  ponerse la medallita en la solapa del saco. En esta búsqueda, los aprendizajes no son relevantes, no importa que pasen de mentiras, de panzazo mientras los números en sus gráficas crezcan. No les interesa formar ciudadanos, mientras se construyan consumidores medianamente capaces de endeudarse sin ton ni son, será más que suficiente.

No entiendo por qué nos corre tanta prisa por dar el banderazo oficial a un nuevo ciclo escolar que atropella  la posibilidad de pensar en una educación de calidad en pro de una ficticia continuidad pedagógica en manos de un grupo de empresarios a cargo del entretenimiento en el país.

En fin, al parecer vamos a seguir corriendo, vamos retrasados. 

Publicado en periódico IMPAR 17 de agosto 2020. 
México.

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