Nos corre prisa por tener, responder, solucionar y acabar. Somos el conejo blanco de Alicia, siempre retrasados, haciendo como que hacemos, corriendo detrás del tiempo. Nos hemos olvidado de hacer pausas, de pensar, repensar y rumiar. Hay una urgencia por hacer de cuenta que la pandemia no rompió rutinas, por instaurar una nueva normalidad.
Las escuelas están cerradas y las
autoridades educativas prefieren taponear con parches mal cocidos una situación
que nos golpea, que detenerse a asumir el agujero en el que estamos cayendo.
¿Y si el 24 de agosto no
comenzaran las clases? ¿Si le diéramos voz a los maestros para encontrar
soluciones en la diversidad del país? ¿Sería tan grave tomarnos un tiempo para
pensar en el problema por más de un segundo?
En estos días vi el documental “De
panzazo” de Loret de Mola y Rulfo, gran parte del material está dedicado a
relacionar el defectuoso trabajo de los docentes en el país con el escaso
aprendizaje de los alumnos. Y ahora montones de alumnos se quedarán sin maestros,
no importa si eran buenos o malos, desaparecerán del mapa. Oficialmente
iniciarán las clases, vamos a correr detrás de una pelota de aire en el espacio
etéreo del televisor, sin una mirada que de consistencia a los aprendizajes de
los alumnos. El secretario de educación anuncia una nueva era educativa,
cargada de presentadores de televisión e impregnada de ausencia magisterial.
En esta nueva forma de hacer
educación nos faltarán maestros, escuelas y alumnos. Nos van a sobrar un montón
de televidentes con la demanda de pasar de año. Hay madres, padres y
gobernantes con una prisa enorme por gritar al cielo que los niños de México
concluirán un ciclo escolar más. Se vislumbra una farsa que invita a hacer de
cuenta que se va a enseñar.
Existe la idea de que a mayor
grado académico, mayores posibilidades de encontrar trabajo, de mejorar la
calidad económica. No importa ya qué aprendan los niños, todos tienen que
terminar la secundaria, todos tienen que concluir el bachillerato, TODOS tienen
que acabar una licenciatura.
Olfateo en el ambiente una
ambición por tener un país con gente que tenga enmarcado un título
universitario en la sala de su casa. Miro desdibujado entre las nubes a un
gobierno que se muere de ganas por incrementar el número de mexicanos que
concluyen grados escolares, quieren ponerse
la medallita en la solapa del saco. En esta búsqueda, los aprendizajes no son
relevantes, no importa que pasen de mentiras, de panzazo mientras los números
en sus gráficas crezcan. No les interesa formar ciudadanos, mientras se
construyan consumidores medianamente capaces de endeudarse sin ton ni son, será
más que suficiente.
No entiendo por qué nos corre
tanta prisa por dar el banderazo oficial a un nuevo ciclo escolar que
atropella la posibilidad de pensar en
una educación de calidad en pro de una ficticia continuidad pedagógica en manos
de un grupo de empresarios a cargo del entretenimiento en el país.
En fin, al parecer vamos a seguir
corriendo, vamos retrasados.
Publicado en periódico IMPAR 17 de agosto 2020.
México.
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