lunes, 12 de octubre de 2020

Televisión como pretexto

Las construcciones escolares se encuentran cerradas, salones vacíos, patios desiertos y bancas rebosantes de ausencia; son fotografías que enmarcan la realidad educativa del momento. Las comunidades escolares, se adelgazaron, fueron golpeadas, zangoloteadas, y en muchos casos menospreciadas; pero no desaparecieron, al menos, no todas.   

Muchas comunidades escolares están tuertas, cojas y malheridas, enfrentan dificultades que empujan a un vacío solitario y a la inacción. La zanja esta puesta frente a nuestros ojos. Las estadísticas, como el oráculo de Delfos en otros tiempos, profetizan desgracias, ausencias y desigualdades terribles, muchos medios de comunicación anuncian el desplome educativo.  

Es improbable que la educación no sufra heridas. Habrá rasguños, sangre coagulada y mucho atraso; sin embargo, esta tragedia no está siendo escrita por robots (aún). Los actores escolares son de carne y hueso y están impregnados de voluntad y libre albedrío. 

No existe “La escuela”. Hay, desde hace muchos años, una intención por homogeneizar la educación, sistematizarla y delimitarla cuidadosamente. Esta misión se encuentra lejos de llegar a su meta. Tenemos una variedad inmensa de escuelas. Cada centro escolar tiene maestros, alumnos, directivos y padres de familia únicos. Cada ecosistema tiene sus propias contingencias, riesgos y oportunidades.

Todas las escuelas tienen sus aulas vacías. Pero cada comunidad tiene la obligación de encontrar posibilidades de acción en medio del torbellino.

El gobierno federal resolvió dar inicio a un ciclo escolar oficial en medio de la pandemia, decidió seguir caminando, o seguir haciendo como que camina en medio del abismo pantanoso y oscuro. Las autoridades pagaron unos pesos a las televisoras para poner en pantalla una serie de contenidos educativos. Los contenidos educativos no son la escuela, no tienen que ser los sustitutos de los maestros. No van a resolver el problema de la educación en el país.

La televisión, los programas que han decidido estructurar y llenar de contenido pedagógico un grupo de personas en el poder no son, ni serán la educación del país. La educación la van a hacer las comunidades escolares.

Pugnemos por hacer de la tele un pretexto educativo. Que los contenidos en internet, para quienes tienen acceso a ellos, los programas radiofónicos o los múltiples canales de televisión que se inventaron para multiplicar información, sean lo que antecede al texto. El texto no solo como escritura, no como un espacio informativo. El texto como tejido, como intercambio de hebras dadas por unos y por otros. Tejido social, que abriga, contiene y da forma a la sociedad.

Publicado en periódico IMPAR 31 de agosto 2020. 
México.

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